miércoles, 19 de mayo de 2010

Las nuevas tendencias en la escenografía


Todo contribuye a la formación de las nuevas tendencias escenográficas para que los problemas dejen de ser de orden exterior. Las habitaciones se cierran con paredes y plafones, porque el naturalismo exige una realidad ambiente que no se consigue con bastidores y telones de fondo. El gas sustituye la iluminación a vela y aceite. En 1887, el Teatro Libre de Antoine, en París, buscaba la verdad en el decorado haciendo aparecer una fuente de la que brotaba agua durante la representación. Las estéticas se suceden como las teorías; así vemos como el simbolismo necesita de una nueva fórmula (1890): La decoración debe ser una pura ficción ornamental que complete la ilusión por sus analogías de color y de líneas con el drama. Pintores como Maurice Denis y Odilón Redon se adhirieron a éste principio y un hombre de teatro como Lugné-Poé dio su talento a las iniciativas del momento en el teatro de l’Oeuvre (1892).

Todos los ballets de Diaghilew (1909) descubren escenógrafos de la talla de Backs, Benois y Roerich. En Alemania se trabajaba con entusiasmo bajo las directivas de Max Reinhardt, y de Stanislawsky, director del Teatro de Arte de Moscú y una de las figuras de la vanguardia. En Inglaterra existía Gordon Craig, un genio del teatro, que luchaba por dar un estilo al escenario para que no se confundiera con la realidad. Adolfo Appia y George Fuchs proyectaban iniciativas profundas.

Todo estaba preparado para recoger las grandes ventajas que aportaba la electricidad. La transformación había llegado. Existía de hecho una luz que podía exaltar el color, proyectar sombras, crear atmósferas no conocidas hasta entonces y dar relieve a lo corpóreo en la escena.

Pablo Picasso hizo decorados para el ballet de Manuel de Falla, El Sombrero de Tres Picos, y Jacques Copeau así como Gaston Baty, Luis Jouvet y Charles Dullin acogieron fervorosamente las más audaces tendencias. Antón Giulio Bragaglia y Enrico Prampolini en Italia crearon escenografías dentro de directivas muy personales.

Los rusos han tenido siempre el sentido del teatro. En Rusia fue donde los Ballets Rusos de Sergei Diaghilev nacieron, revelándonos la escenografía de Shéhérazade, cuya influencia duró más de diez años en la decoración teatral.

Después de la Revolución de Octubre el teatro ruso alcanza un gran desarrollo. El teatro de Estado de Meyerhold es uno de los más audaces laboratorios de mise en scène de la Rusia Soviética. No hay que olvidar tampoco al Teatro Kamerny, al Stanislawsky, al Habima y las realizaciones logradas por Tairov.


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